Un cachorrito tan dependiente como el humano, que precisa de tan largo periodo de protección…

La animalidad la asumimos mal, no nos queda otro remedio. Desde que tenemos mimos, nanas, ropas, … nombre. Desde que somos un calco de nuestros padres y hemos heredado de ellos genes y costumbres, no nos queda otra que ponerle nombre a las cosas. Es la discapacidad de nuestra especie, pero también el remedio.

Ponerle nombre a las cosas nos complica seriamente la existencia. Como hace ya milenios que hemos cogido este derrotero ya estamos hechos a ello. El Hombre le ha puesto nombre a todo lo que le rodea -naturaleza- en una pulsión de control, todo lo conocido es nominado, definido, clasificado. ¿Qué queda?:  los agujeros negros. Y de esto precisamente  versa la angustia, de los agujeros negros.

Aquí hay que andarse con cuidado con los psicofármacos, pueden suponer un alivio sitomático pero agrandan el agujero.

Los psicoanalistas somos costureros y el roto lo hilamos con palabras.